Es de esperar que la moral caiga cuando todo parece derrumbarse alrededor y no hay señales claras en el horizonte. Aún aferrándonos tenazmente a la ciencia, a la convicción de que todo pasará (y seguro que así será) el espíritu flaquea porque sabemos de nuestra frágil condición, de nuestra vulnerabilidad ante enemigos invisibles y difíciles de rastrear, enfrentar y vencer.

Pero reflexiono sobre todo esto sin perder de vista algo fundamental: hemos dominado y vencido al mundo. Ya no nos basta sobrevivir: estamos urgidos de ser felices. Y esa felicidad solo es genuina cuando se construye sobre las sólidas bases de la compasión, el respeto, la misericordia, el amor. No está en banquetes suntuosos, ni en mansiones; no la encontraremos en la riqueza contante y sonante. No se es de verdad feliz si se depende de los buenos tiempos, de las finanzas exitosas, ni del culto a la apariencia, a una belleza efímera y artificiosa.

Es en la buena y recta intención, en el abandono del corazón que ama sin medida, en la palabra firme y el propósito digno y honesto, en donde habita esa Paz que da gozo y valor a la existencia.

No tengamos miedo. Siendo prudentes somos solidarios con el prójimo, pero a veces se necesita de un salto vigoroso en el mar de la incertidumbre para ganarse el derecho de ser libres.

Dios les bendiga.

Hugo Villarroel, su amigo incondicional.

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Categoria: Pensamientos